martes, 6 de septiembre de 2022

El brazo fuera de la cama. Un texto de Víctor Lowenstein.

 

El brazo fuera de la cama.

  El brazo se extiende fuera de la cama con movimientos trepidantes. El codo se hunde apenas en el costado del colchón llevando al cuerpo un poco hacia adelante. No lo resiste o no está a gusto o no quiere; el cuerpo vuelve a recostarse. El hueco sobre el colchón desaparece y vuelve a su planitud original. Hay un estado de recuperada calma mientras por la ventana pueden notarse los cargados nubarrones, y llegan murmullos de viento y graznidos de aves augures que anuncian tormenta antes del anochecer.

  Es en el remanso de la primera tarde cuando el brazo que cuelga dormido en una indiferencia de la que despierta en un desconcierto de sábanas enredadas y viscerales vacíos; el cuerpo responde, estirando ese brazo mantenido fielmente fuera de la cama. La mano prosigue la transmisión del movimiento alargando los dedos todo lo posible, hasta que las uñas denotan un temblor previsible, igual al del viento que se apresta a una tempestad, al de las nubes inquietas de lluvia; Esos dedos completan el esfuerzo de toda la extremidad que sostiene la mano, y de todo el cuerpo, en definitiva de toda la unánime voluntad del ser por alcanzar vaya a saberse qué propósito asible o inasible que lo impulsa sin disminuir la tensión un solo instante.

  Se oye un ronco murmurar de la voz del paciente, o el graznido de otra ave augur o los resortes de esa vieja cama hospitalaria o sencillamente el viento y el crujir de las ramas de algún árbol de los muchos que rodean el sanatorio. Entre canteros, carteles que piden silencio y ese silencio clínico con aroma a aldehído y lavandina.

  Apáticas falanges prosiguen su trabajosa traslación hacia las invisibles longitudes que las separan de la pared distante. Dudosamente esa mano busque algo más que el vacío en que se mueve e inquieta; busca algo en medio de ese vacío, en medio del éter o dentro de él; algo tangible en términos que sólo la mano entiende, o el brazo que la dirige o la voluntad que ejecuta acciones más allá de lo conjeturable.

  Sólo cuando la noche haya avanzado lo suficiente, encapotando de negro los techos del sanatorio y sólo médicos de guardia semi adormecidos vigilen los pasillos y las salas y la torva mansedumbre del hospicio no se extrañe de sí misma más de lo habitual, esa mano tendida será alcanzada por el roce de otra mano y al fin se relajará y dejará caer el brazo y la voluntad que lo ha sostenido exhale un último aliento y mientras tanto allá afuera se desata una tranquila lluvia.