miércoles, 2 de noviembre de 2022

Ojos verdes, un relato del autor Israel Celis Delgado

 OJOS VERDES


Recibí la invitación de Mónica aproximadamente a las nueve de la noche. Respondí en un

santiamén: “¡Cuenta conmigo!". Realmente no me considero una persona que guste

deambular entre espacios abiertos, expuesto al calor vigoroso del sol y la compañía de

insectos y animales de montaña, pero se trataba de una invitación para festejar que Mónica

había llegado al tercer piso, así que accedí a regañadientes. 

- ¿No puede ser una fiesta en alguna playa? -pregunté antes de dar un sí rotundo.

-No, Hernán. El año pasado fuimos a Holbox y aun así te quejaste de los mosquitos. 

Accedí entonces. “¡Cuenta conmigo!” Le dije a Mónica sin tanto entusiasmo. 

- ¿Serán las mismas personas del año pasado? - Mónica era una vieja amiga de la

secundaria, pero nos separamos cuando comenzamos a estudiar la universidad. Yo me

entregué a las ciencias sociales y ella a la biología.

-Un par. La mayoría son unos amigos que conocí en un simposio en Canadá.

Inmediatamente se me vino a la mente el rostro de una chica oriunda de Canadá que, según

Mónica, se había convertido en una de sus mejores amigas. Era guapa, ojos muy grandes y

el cabello castaño. Una piel lechosa con notables arrugas en formación. Guapa.

- ¡Cuenta conmigo! -repetí y comenzamos a organizar el viaje.

El sábado por la mañana, mientras el alba alejaba las tinieblas de la madrugada, el coche de

Mónica se estacionó frente a mi departamento y el sonido del claxon me advirtió que era

hora de irnos. Subí al coche por la parte trasera y vi que iría en compañía de dos hombres.

En la parte de adelante iba Mónica al volante y de copiloto iba otro hombre. La guapa

canadiense nos alcanzaría después. Durante el camino entablé conversaciones con Massi y

Duane, ambos compatriotas de Anna, la guapa canadiense. Los ojos de mis compañeros de

viaje eran de un verde similar al del mar cuando está turbio, pero de una belleza

melancólica de la que uno no puede apartar la vista. Su español no era perfecto, pero mi

inglés tampoco lo era. 

Cuando llegamos a la zona de acampar me encontré con que había olvidado mi casa de

campaña y mis nervios me pusieron colérico.

-Calma, Hernán - me dijo Massi mientras me hacía un ademán que me invitaba a compartir

la casa de campaña de él y Duane. Durante el trayecto para llegar a la zona de campamento


me enteré de que ambos formaban una pareja y que el copiloto que estaba en compañía de

Mónica se trataba de Emerson, la conquista de mi amiga. Emerson no hablaba mucho así

que fue un alivio evitar conversar con alguien más cuyo idioma es diferente al tuyo. Con

dos tenía suficiente, pero con mucho gusto esperaba que fueran tres. La guapa canadiense.

Anna llegó una hora después acompañada de otro chico, ahora un mexicano y con una

mujer algo mayor que todos los demás. Lorenzo y Corazón de Jesús. “¡Vaya nombre!” Me

dije a mi mismo. Tenía que llamarla Corazón y era algo raro, pero después de media docena

de veces de llamarla así, fue muy natural hablarle por su nombre. Lorenzo era en extremo

coqueto y me sentí un poco observado por sus ojos color miel. Resultó ser una persona

extraordinariamente divertida e inteligente. Era antropólogo y siendo yo historiador nos

entregamos bastante tiempo en pláticas de interés mutuo. 

- ¿Quieres un pastelito? - me preguntó al mismo tiempo que me guiñaba un ojo. No supe

cómo interpretar su invitación, pero Anna me dio un codazo suave y me dijo que se trataba

de brownies de marihuana. Accedí. Todos, menos Emerson, nos metimos un brownie

mágico con la esperanza de reírnos más. Duane y Massi tenían los ojos muy rojos al cabo

de un rato, pero el verde que vivía en sus cuencas era más notorio y yo, dentro de mi

introspección aguda causada por el postre mágico, no podía quitarles la vista. Cuando me

percaté que de vez en cuando uno de ellos clavaba la mirada de manera muy atenta en mí,

me sonrojé hasta el grado de que Anna hizo un pequeño comentario sinuoso.

- Te los vas a comer con la mirada - dijo la guapa canadiense y yo no supe que decir. Podía

haber aceptado que Duane y Massi me tenían embelesado y también podía achacárselo al

efecto de la marihuana. Pude responder eso, pero solo me reí nerviosamente.

Para mí mala fortuna descubrí que Anna era una chica demasiada molesta, demasiada

extrovertida a diferencia de sus guapos compatriotas. "¿Qué carajo me pasa?" Me pregunté

cuando me sorprendí pensando en ellos, admirando sus movimientos lentos y las pocas

veces que sonreían, pero lo que más me atrajo fueron esos ojos verdes profundos. Uno

podría pensar que eran hermanos a causa del extraordinario parecido del color de sus ojos.

Aun así, mi plan era intentar compartir más que una velada con Anna. Quería dormir con

ella, si Anna accedía tocaría la gloria esa noche y haría a un lado esos pensamientos que

sentía no iban conmigo. Eran aproximadamente la media noche cuando sentí que el efecto

del brownie estaba en su clímax. ¡Ay! Me levanté de un solo saltó y todos se quedaron


viendo mi actitud irracional. Anna tenía los ojos muy cerrados por el efecto de los postres y

Mónica, junto a Lorenzo, estaban dormitando hombro con hombro. Los únicos que nos

sentíamos con algo más de vigor éramos Duane, Massi, Corazón, Emerson y yo. 

- ¡Demos un paseo! - la voz de Corazón sonaba distante, cómo si se encontrara en los lindes

más oscuros del bosque en el que estábamos. Y de pronto caí en la cuenta de que existía

otra razón por la cual no me gustaba acampar. ¡Tenía miedo a la oscuridad que los árboles

ofrecen durante la noche, en mitad de la nada, en el centro de incertidumbre! Miré mi

teléfono móvil y estaba apagado. Sin una conexión eléctrica mi teléfono permanecería

muerto y frío hasta regresar a la ciudad.

- ¡Vamos! - contestó Massi, con su confuso español. No tuve elección, no quería quedarme

a solas con Anna y Emerson. Algo en ella me hacía sentir incómodo y cuando aún dudaba,

noté que Anna estaba tumbada boca arriba, roncando. Emerson despertó a Mónica y

entraron juntos a la casa de campaña que compartirían, despidiéndose. Tomé una lámpara

de baterías y comencé a caminar detrás de Corazón.

-No debemos alejarnos mucho -sugerí con la pesadez de los efectos de la marihuana. Mi

visión era algo borrosa y mis pupilas captaban la luz de las lámparas distorsionando el haz

brillante que brotaba de ellas. De pronto, escuché unas pisadas no muy lejos de donde

estábamos. Estaba seguro de que no habíamos caminado más de trescientos metros así que

el campamento debía estar cerca, relativamente cerca. 

-Hay algo ahí - dije sin especificar a quien de mis acompañantes hablaba.

-There's nothing, Hernán - me consoló Massi mientras apretaba con suavidad mi brazo.

Pude ver en la penumbra que Duane sonreía ante la actitud protectora de Massi. 

Algo en el tacto de Massi y en la complicidad de Duane me hizo sentir cómodo. Ese par

irradiaba empatía, afecto y comprensión. Era la magia que destellaba de esos ojos verdes de

ambos hombres. Pero el sonido de pasos nos arrancó a los cuatro de nuestra tranquilidad. El

semblante de Corazón se contorsionó según pude notar en el haz de luz que Duane reflejó

en su cara. Massi se acercó más a mí y Duane hizo lo mismo. Me sentí como un niño

protegido por sus padres. 

-Seguro es algún animal - dijo Corazón para no sentirse más asustada de lo que estaba. Pero

el incesante ruido de pasos era rotundo que hasta nuestras almas caló. Estábamos

irremediablemente intranquilos. 


- ¡Debemos regresar! -chilló Corazón poniendo en evidencia lo que todos suponíamos. Ella

era la más azorada de los cuatro. Comenzamos el camino de regreso, pero en aquella

asfixiante masa de sombras reflejadas por las lámparas, escuchamos un golpe seco y

pesado. Giramos de manera automática porque el ruido provino de la parte trasera de la fila

que habíamos formado. Corazón no estaba. Mi respiración se detuvo un instante hasta que

escuchamos a Massi avisar que la mujer había caído en un barranco no muy profundo.

Llegamos al borde de la abertura que se formó en el suelo y cuando la lámpara enfocó a

Corazón, la vimos tendida boca arriba en el suelo, riendo. 

- ¡Está muy drogada! - dijo Duane con tono burlón. Y aunque la situación era contraria a la

hilaridad, el silencio del bosque se vio interrumpido por estertóreas risas que

frenéticamente salían de nuestros pechos. En algún momento los cuatro estábamos

sufriendo un ataque de risa gracias a los postres mágicos de Lorenzo. Pero, las risas fueron

apagándose dejándonos de nuevo con el silencio muerto del bosque. Corazón se quedó

dormido, pude notar. 

- ¿Cómo la subimos? - pregunté y Duane resolvió ir por Emerson. Anna, Mónica y Lorenzo

debían estar profundamente dormidos. Massi decidió acompañarme mientras Duane se

quedaba vigilando la respiración entrecortada de Corazón. A mitad del camino de regreso

mi lámpara se apagó. Olvidé cambiarle las pilas la última vez que la había usado. Massi

tomó mi mano y creo que sonrió, y sin decir nada, acepté que entrelazara sus dedos ásperos

con los míos. La sensación fue reconfortante. Estábamos cerca del campamento porque

pude distinguir las brasas moribundas de la hoguera que habíamos hecho. Pero los pasos

que escuchamos anteriormente se posicionaron a no más de tres metros de nosotros. Pude

ver, sumidos en la oscuridad con un fulgor escarlata, un par de ojos fijos en nuestros

movimientos. Apreté la mano de Massi más fuerte y él hizo lo mismo. La lámpara de Massi

se dirigió a la silueta horripilante que nos perseguía y advertimos que se trataba de un ente

inhumano. Era alto, muy alto. Sus manos negras y con garras casi tocaban sus muslos. No

supe si se trataba de pelaje o eran las caricias de la noche, pero estaba cubierto de negrura

infinita y azabache. Massi dio un paso hacia adelante porque sentí como me guiaba. El haz

de luz iluminó por un breve instante otro ser idéntico al que teníamos al lado. Ahogados de

terror, retrocedimos rápidamente hacia donde Duane cuidaba a Corazón.


Duane estaba intentado hablar con corazón cuando llegamos con él. 

- What happened? -preguntó Duane cuando nos vio cansados y con los ojos a punto de

salirse de nuestras cuencas. Si hubiera oído el latido de nuestros corazones seguro se

alarmaría más. Duane no dijo más y solo se acercó a abrazarnos mientras recuperábamos el

aliento. Ese abrazo tendió un puente de confianza entre los tres. Duane nos dio un beso en

la mejilla a cada uno y volvió a repetir "What happened?" Le explicamos todos y el adujo

todo a los efectos de la marihuana. Pero de un momento a otro, sin previo aviso rompí en

llanto. Ahora fue Massi quien me abrazo, para después unírsele Duane.

-Gracias, chicos -dije mientras limpiaba las gotas saladas de mi mejilla. Fuimos

interrumpidos por un profundo y seco ronquido, proveniente de la garganta a varios metros

bajo el suelo. Corazón seguía roncando. Yo estaba drogado, sin duda, pero algo más estaba

despertando en mí. Algo bueno. El par de muchachos de ojos verdes era todo lo que

necesitaba en ese momento. Y lo último en lo que podía pensar era en la cara de Anna.

Duane me sonrió y pellizcó mi mentón. Massi revolvió mi cabello. Logré convencer a los

chicos que regresáramos, Corazón no iría a ni un lado y era poco probable que despertara.

Ni bien habíamos dado unos pasos cuando un gruñido nos asustó de sobremanera y corrí

enloquecido de miedo. Mis compañeros no me dejaron solo porque cuando bajé el ritmo de

mi huida pude verlos detrás mío. Y comprendimos que, gracias a mi torpeza, estábamos

perdidos en medio de un bosque que ni uno de los tres conocía. Queríamos gritar por ayuda,

pero seguramente los seres de cuerpo alargado y piel azabache nos encontrarían

rápidamente. 

Nos acurrucamos los tres en un espacio que las raíces de un árbol habían creado, cómo

unos brazos macizos para los miedosos. El calor que Duane y Massi me proporcionaban era

dulce y por breves momentos olvidé el miedo. Supuse que no tendría problemas si en algún

momento de mi vida tuviera a una persona que me cuidara, o dos. Me sonrojé, pero nadie lo

notó. Massi se quedó dormido en mi regazo.

-Es guapo ¿No? -preguntó Duane y asentí. Pero no me vio así que respondí con un lacónico

"si". Escuché una leve risa de la boca de Duane, cómplice de mis crecientes sentimientos,

confusos, hacia mis protectores. Porque así los veía, cómo mis protectores. El tiempo pasó

demasiado lento, efecto de la marihuana y del miedo. Después de unos cuarenta minutos

Massi despertó. Sonrió al verse dormido en mi regazo.


-Perdón -dijo apenado. Me límite a sonreír y a darle un beso en los labios. Sabía que Duane

lo aprobaría y así fue. Nos levantamos y acordamos regresar sin tener la certeza por dónde

ir. Caminamos más de horas, según nos indicaba el reloj de Duane y faltaban al menos tres

horas más para que el sol alejara la malsana oscuridad del bosque.

Después de recorrer el bosque sin saber a dónde dirigirnos, llegamos a una zona de cuevas.

Sin duda, éramos las primeras personas caminar por ese lugar después de mucho tiempo, la

mano destructora del humano estaba ausente. Decidimos alejarnos porque si bien la

humanidad había olvidado ese lugar, estaba habitada por alguna especie de animal que

utilizaba herramientas. Hachas y lanzas primitivas estaban expuestas en la entrada de una

de las cuevas, esparcidas y manchadas de sangre fresca según pude notar. Estábamos

girando cuando del interior de la cueva se escuchó un aullido sórdido y malicioso.

Corrimos sin separarnos, siempre sin separarnos. Nos alejamos lo suficiente y nos

detuvimos. Me senté en una piedra alargada porque ya no podía, no quería, caminar más.

Duane me hizo compañía mientras Massi se mantenía en pie, dirigiendo la luz de la

lámpara en todas direcciones e intentando buscar por dónde regresar. Sin decir palabra

Duane rodeó con sus brazos mi cuerpo inerte. Massi se colocó a mi otro lado y colocó su

cabeza en mi hombro. Sentí en mi espalda como las manos de Duane y Massi se tocaban y

se acariciaban. Mis manos buscaron las de ellos y se juntaron. Me sentía seguro en

compañía de ellos, desde que me presenté en el coche de Mónica hasta ese momento. Y

llegué a la conclusión de que mi sexualidad y mi seguridad sobre mi heterosexualidad se

estaban desmoronando de una manera agradable. En medio de aquella situación repugnante

en compañía de árboles y perseguidos por unas criaturas tenebrosas, inexorablemente me

estaba enamorando. ¿Cómo carajo podía estar sucediendo eso en tan penosa situación?

Pero, aunque suene a cliché, el amor nos llega a todos en los momentos más inesperados.

La compañía de Diane y Massi era reconfortante y tenía intenciones de que eso se ampliara,

si es que salimos de nuestro aprieto. A lo lejos, la voz de Lorenzo nos arrancó de nuestro

ensimismamiento. Gritaba nuestros nombres y eso significa que nos estaba buscando. La

voz de Emerson se mezcló con la de Lorenzo y en ese momento nos levantamos los tres de

un solo salto. Respondimos a los gritos de mis compañeros de viaje y en menos de diez

minutos estábamos los cinco juntos. Les contamos a Emerson y a Lorenzo lo que habíamos

visto, pero no nos creyeron, aunque ellos afirmaron que si lo habían hecho. Lorenzo tenía


un excelente sentido de ubicación y caminamos tras él para llegar al socavón donde

Corazón cayó. Seguía durmiendo y roncando. Duane me tomó de la mano y de pronto

Massi agarró la otra. Parecíamos unos chiquillos, pero era bueno. Lorenzo se dio cuenta y

solo esbozo una risa de cómplice. Logramos despertar a Corazón y con ramas largas

logramos sacarla. Nosotros seguíamos intranquilos, las criaturas que nos acechaban

seguramente nos estaban vigilando. El efecto del brownie no se había retirado por completo

y el miedo entraba sin mucha invitación. Tenía la certeza que en cualquier momento unas

garras nos arrastrarían a las tinieblas. Regresamos al campamento, Anna y Mónica seguían

dormidas.

-Es que se comió dos pastelitos -dijo Lorenzo con tono apenado, señalando a Mónica. Él

fue quien trajo los brownies y se sentía un poco culpable por los efectos que causó en todos

nosotros. En algún momento me hizo dudar si realmente había visto a esos seres extraños

del bosque, pero era imposible que tanto Duane como Massi hubieran compartido mi

alucinación. 

Me asomé al interior de la casa de campaña y Mónica estaba totalmente inter, parecía un

cadáver, pero las ondulaciones de su pecho apartaron esa idea. Anna se retorcía soñando.

-Duérmete, lo necesitas. No tarda en amanecer, pero no te preocupes, levántate hasta que te

sientas mejor -me dijo Lorenzo mientras se metía en una bolsa para dormir. En ese

momento no supe que hacer o dónde dormir, pero Duane me invitó a compartir su casa de

compaña con Massi. 

-No vayan a hacer porquerías -dijo en tono burlón Lorenzo y escuché a Emerson decir

desde el interior de su casa de campaña que nunca se había imaginado que yo...que yo

estaba dispuesto a compartir lecho con dos hombres. No uno, dos. 

-Suertudote -sentenció Corazón y fue lo último que la escuché decir esa noche. Me sentía

raro, pero Duane y Massi eran tan amables que rápidamente les tomé confianza. Estuvimos

hablando de lo que habíamos visto en el bosque, de las criaturas que nos persiguieron. Mis

ojos se estaban cerrando, tenía mucho sueño y quedé en medio de los dos. De pronto estaba

frente a frente a Massi. Abrí los ojos y él tenía clavados en mí esos preciosos ojos verdes. 

-No me enojo -dijo Duane a mis espaldas. Era una invitación para besar a su novio y así lo

hice. Giré la cabeza y mis labios se encontraron con los de Duane. Y así sucesivamente

hasta que nos quedamos dormidos. Por la mañana no sabía que pensar. Si eso se trataba de


una sola noche o si podíamos llegar a más. Regresamos a la ciudad y fue así como

comenzamos a salir los tres. Siempre los tres. Sin saber cómo, yo me sentía muy triste

porque pronto se marcharían a su país y me dejarían solo. Hasta que ocurrió lo que nunca

creí que ocurriría, algo en lo que no había pensado mucho. La experiencia sexual que

tuvimos fue reveladora, mágica y decisiva. Por primera vez vi el tatuaje en el abdomen de

Duane y eso me volvió loco de pasión de una manera absoluta. Massi era el más callado de

los dos, pero era el más expresivo. Quizá el más guapo, pero eso no me importaba. Los dos

hombres eran absolutamente bellos y no podía dejar de pensar en ellos y sus ojos verdes.

- ¡Vámonos a Canadá, Hernán! -era todo lo que quería escuchar porque no tenía intenciones

de olvidarlos, de dejarlos y ellos dejaron muy claro que también estaban enamorados de mí.

La pregunta de Massi ya tenía respuesta anticipada. No tuvieron que explicarme nada. Una

relación de tres no era un tema nuevo para mí, pero si era la primera vez que lo

experimentaba y con dos hombres. La noticia le cayó como una bomba nociva a mi madre,

pero no estaba pidiéndole permiso, solo le avisé que me mudaría a Canadá y que la visitaría

muy seguido. Lloró y lloré cuando nos despedimos. Ahora vivo en Canadá, hace tres años

que me mudé y vivo con dos hombres maravillosos que todos los días me llenan de cariño y

yo a ellos. El tema de las criaturas del bosque es algo que hablamos regularmente, haciendo

conclusiones inexactas, teorías a medias. Mi estómago se pone tenso siempre que hablamos

de ello y un miedo absoluto a los bosques se engendró irremediablemente en mí. Y en

Canadá bosques inhóspitos sobran. Pero tengo a mis dos hombres para cuidarme, siempre

lo harán y yo mataría por ellos. 


Israel Celis Delgado





No hay comentarios.:

Publicar un comentario