martes, 25 de octubre de 2022

Poesía de Melina Eliana Sánchez

 Lo que no quiero es perder a más gente,

que se vayan los momentos,

que se los lleve la historia,

su marcha,

las marchas.

Que se los lleven como a veces se lleva la policía a la gente,

como a veces los gendarmes forman fila,

como a veces el servicio social se chupa a un niño

que si vuelve quizá ya será hombre

y no sabrá quién es ni cuánto buscamos en otro idioma,

puerta por puerta

hacia adentro afuera de las instituciones

y por fuera de ellas

en los textos, con textos,

que llevan de firma nuestros documentos y nuestras cabezas,

pero que nadie leyó ni leerá

y nunca pudieron evitar su falta de abrigo,

ni sus pies descalzos en pleno invierno,

ni le compraron el audífono,

ni lo llevaron a la escuela,

ni pudieron evitar que apaguen cigarrillos en sus brazos.

No sabrá el niño –hombre-preso

cuánto pasamos en vela,

cuánto lloramos en otro idioma su ausencia.





Desvestida - Poesía de María José López Tavani



Me desvisto frente a la muerte


se parece a la soledad


a ese tirón en la espalda


al crac crac de las cervicales


a mis emociones que saben chantajearme


cuando soy el crimen de guantes blancos


desvestida frente a mi espejo


con el esqueleto elocuente


y el valor como mi incendio.





Piel - Un relato de María José López Tavani


Frente a los nervios mi piel se brota. Comienza con pequeños granitos hasta alcanzar el

tamaño de lunares. Y continúa. Ronchas como emperadores cuyas condenas se dirigen

a mis brazos, mi espalda, mi panza y por último, mis piernas. Cubriendo casi todo lo

que soy. La picazón anticipa la inyección de corticoides. Mientras, no quiero mirar, no

quiero saber. Rasco sobre mi ropa, que me envuelve al igual que un Tuareg sortea las

tretas del misterioso desierto.


No sé si el rojo de mi cuerpo es austero en su invasión o domina autoritario. Pica más.

Sin camisa y pantalón, lo sé, tendría repuestas. Pero dije antes, no quiero mirar. Desde

la adolescencia hasta ahora, aquello que no sé cómo llamar, me hostiga la alergia.

Jamás en mi cara, tal vez, se cree refinada y compasiva. Refinamiento con

prohibiciones de paciencia y alivio.


No tengo los remedios. Pero la ambulancia al dente. Sin embargo, primero debo

contemplar el estado de mi cuerpo, antes de que las luces verdes me halaguen con la

inyección. Luego, dormir. Luego, despertar con recetas e indicaciones. La piel es el

órgano más grande. También, dicen, es el límite con el afuera, en la estrategia de

vitalizar la identidad, un límite, un auxilio, una compañera de fidelidad. Eso dicen.


Erupciona. Me atrapa. Me encarcela. Quizá ríe estrechando sus garras a mi asco. Mi

ropa ha de caer, para llamar a la ambulación. Voy despacio. Con ojos cerrados,

arremango los puños de la camisa hasta mi codo. Con eso basta. Sin visión ni tacto,

elijo. Aún es temprano para abrirme en mayor resignación. Fijeza, en mis párpados sin

valentía. Picazón que siento para aterrizar con Caronte y disolvernos en el río Estigia.


No tengo la fiereza de un cocodrilo. Permanezco sin ver. Me rasco con el entusiasmo

de quien ha encontrado el Grial. Me rasco como si el mundo se exagerase en mi

organismo. Pestañeo hacia otro lado. Donde estoy a salvo, donde no está mi piel ni yo.

El ventanal y el árbol, cuyas raíces destrozan, en bendición, las veredas.


Tres exhalaciones e inhalaciones profundas. Con estilo de agobio y de miedo.

Finalmente, abro mis ojos hacia el picor que escondía la camisa. No hay granos, no hay

ronchas. Ni siquiera hay rojo. Hay ellos. Solamente. El delirio en emboscada a lo usual.

Son extremadamente minúsculos. Numerosos. Mi noche oscura mientras el sol inflama

a la Tierra. En mi brazo, hombres sin caras, con trajes negros. Apuntando con el dedo a

cada distancia. En andar alborotado sobre mi piel. Señalando casi todo lo que soy.





Plástico Cruel ~de José Sbarra~

 

Por Federico Ambesi.

 

José Sbarra cumple con una de las características frecuentes de los grandes escritores, y esta es el hecho de no haber sido reconocido en su época ni en su propio país. Sin embargo, el tiempo le dio una revancha a Sbarra, y hoy es uno de los autores más aclamados de la literatura. Con “Plástico Cruel”, el autor nos mete de lleno en el ambiente underground con personajes como Bombón, poeta y puta, Alex, El cerdo, La Malco, Trespa, Frula y Linda Morris, la “chica bien”, devenida en marginal, apodada Plástico Cruel. Una trama amorosa que nos dice que el amor no existe, que es meramente cultural; descabellados planes de supervivencia y una mirada entre ácida y melancólica sobre las “clases altas” se cruzan en esta novela que se escribe entre diálogos y líneas de un diario íntimo, dejando de lado a la prosa tradicional.





Si bien en un principio el argumento puede parecer un tanto escueto, y las escenas parecen quedar estancadas en la mera provocación, al adentrarse en la historia uno va percibiendo la profundidad de los personajes y la mirada del autor, al mismo tiempo que se vuelve imposible cortar la lectura. Un rasgo destacable de esta obra es que, mediante los diálogos que la componen, los personajes se hacen de una fisionomía sin la necesidad de aquellas minuciosas descripciones de siempre. Sbarra sabe lo que hace, se toma su tiempo y embiste al lector con detalles y reflexiones de una crudeza emocional pocas veces vista. Si pensamos en la idea del escritor al desnudo, en Plástico Cruel vemos la desnudez en su plenitud, es más, vemos las vísceras del autor y los personajes al mismo tiempo.

 

En una entrevista realizada por Enrique Symns, Sbarra habla sobre la novela y lo que quiso plasmar:

“Escribí Plástico cruel para demostrar que no existe el amor. Que el amor es cultural, que la vida es sexo, que en el sexo estaba todo claro y no lo conseguí. Todo lo contrario, mi pareja se apoyaba en mi hombro y me decía: «si ponés tantas conchas y tantas vergas nunca vas a ser un escritor reconocido». Era un acto de amor. Pero se me estaba yendo, él me quería dejar y yo me daba cuenta y no soportaba no ser el mejor del mundo para él, estaba desesperadamente enamorado. Estaba enamorado. La gente cree haber amado, pero no les pasa, se mueren sin conocer el amor. Yo casi lo mato. Me tuve que ir a Madrid. No soportaba que cogiera con otros. Con ese pibe tuve los celos más grandes de mi vida. Lo llamo por teléfono un día y le digo que me voy a ver a mi abogado, le miento, me voy a una orgía. Seis o siete tipos cogiendo. Hay un tipo que me la está chupando y yo lo llamo por teléfono a él… ¡Para ver si estaba solo o si estaba con alguien!”

 

Otros elementos destacables de la obra son las alucinaciones, representadas como verdaderas escenas de película, y las “Señales de tránsito”, que se intercalan en la trama, a veces como sentencias, otras, como parte de la historia y a veces parecen ser cuestiones presentadas para descolocar a quien lee.

 

 


viernes, 21 de octubre de 2022

La gente - Capítulo Mundial. Por Romina Campos

 Los vecinos de al lado no son para nada peculiares. Sé, aunque no me hable con ellos, lo que harán durante el transcurso del mundial de fútbol. Porque lo he visto al patriarca, con su panza cervecera, deduzco sus acciones. Gritará frente al televisor, rodeado de botellas, puesto que, de otra manera, mirar partidos es aburridísimo. Los hijos, cuyos rostros se asemejan a un nabo, imitarán las morisquetas, pero guardando cierta distancia. Eso de gritar es para los que saben, y papá, el gordo forro de papá, sabe mucho sobre fútbol. La madre, ancha luego de tres partos, tendrá un gesto de abstracción, y mientras el gordo marido destapa una y otra birra fría, pensará en cuánto se gastaron para esa fiesta en la que la verdadera estrella es la eterna caja boba.

El entretiempo es una pauta publicitaria de quince minutos que sólo se interrumpe con la arenga del relator. Si se puede, se compra más cerveza, sino, al menos alcanza para ir a mear. Los chicos se aburren, salen a jugar, pero van a entrar cada tanto para ver si el equipo marcó una anotación… y así la cosa se va convirtiendo en un circo de flojas actuaciones, en donde no importa el resultado, sólo el momento que, cuanto más patético, mejor parece resultarles.

Pasados los primeros partidos, la situación se vuelve una costumbre. La gente suele preguntarse entre sí cosas como “¿Con quién lo ves?”, en donde ese “lo” significa “el partido”, como si se tratara de una celebración. Es casi la misma frase que se utiliza para referirse a las festividades navideñas y de año nuevo (que asco, vienen juntas) “¿Con quién la pasas?”, “¿En dónde la pasan?” Pasar, sí, como pasar una píldora horrible que precisa mucha agua para deslizarse por la garganta. Pasar, porque no significa nada más que transitar un momento angustioso, obvio, costumbrista, en fin… La fase siguiente del torneo implica reuniones, porque el mandato de ver la televisión se vuelve insostenible. La pizza, único elemento al que no desprecio en esta maraña, es el convite de los idiotas que se reúnen a ver fútbol. “¿Hacemo’ unas pizza’?”, “¿Pedimo’ una pisa?”, así lo pronuncian, es un código. Si alguien se animara a pronunciar bien las palabras, estaría diciendo otra cosa. El fervor de la reunión hace que todos estén dispuestos a poner dinero, el que sea, para sostener aquella fiesta de nada a la que los invitaron los medios de comunicación, empresas y gobiernos de todo el mundo haciéndoles creer que se trataba de religión, cultura o lo que fuera. Y el tonto asiste, cumple, otorga.

Todo acaba muy pronto; el preludio ha sido mucho más extenso que el acto en sí. El resultado de la competición poco importa, se ha cumplido un mandato, se ha hecho lo que hay que hacer. Ya vendrán más partidos de fútbol, más padres inflados con gas, rellenos de grasa cervecera; más “mamis futboleras”, de esas que no alcanzan el orgasmo y se conforman con el celular mientras oyen al marido roncando; más niños vestidos como entrenadores o estrellas de fútbol en plena acción, con las piernas flacas como alambre y el corte de pelo del momento, emulando, de nuevo, a un jugador de fútbol. MÁS, MUCHO MÁS…






Black Fish Editorial Independiente

 Black Fish Editorial Independiente


Algunas de nuestras publicaciones en formato físico. 
Black Fish Ediciones. 



miércoles, 5 de octubre de 2022

Los hallazgos cerca del muelle Däven. Relato por Ángeles G. Flores.

 


 

Hablar sobre el misterio que sobrevino en Anfourth, es complicado, si no se tiene el suficiente cuidado y dominio del lenguaje en el que se narran los hechos, como en la veracidad de la información que se procederá a compartir. Uno corre el riesgo de perder la credibilidad y la seriedad con la que se habla; en estos tiempos, ambos son características que se deben mantener. Sin embargo, y como usted bien sabrá; y de hecho es la razón por la que me confió este caso y la narración de esta historia. Siendo esta, una pronta respuesta a la carta que se me hizo llegar a su nombre, hace unos pocos días.

No fue hasta que se empezaron a relacionar los acontecimientos sucedidos en el muelle “Däven” con los que se dieron recientemente en el puerto “Keelung”, que se abrió paso a la realización de teorías al respecto, una más extraordinaria que la otra. Pues en el pueblo junto al mar, en el que me encuentro, no es común oír historias capaces de desconcertar a las mentes más agudas y de helarle la sangre a los más sensibles.

Hace dos años, se encontró un cuerpo en las costas aledañas al muelle anteriormente mencionado. Presentaba la hinchazón propia que toman los cuerpos que se descomponen bajo el agua (esta acelera su proceso) por lo que, se presume, que no debió de estar más de dos semanas flotando en la nada. Un hombre casi deshecho, con una edad que oscilaba entre los treinta y treinta y seis años (aunque esto no es del todo seguro, siendo solo suposiciones, crean en el lector una posible visión de lo que otros ojos contemplaron); ya que aquel rostro (si lo podemos llamar así) era la cruel y horrida imitación de una herida desdibujada por sobre la mayor parte del cráneo. No obstante, la característica más notable en él, era: “un voluminoso estómago” que debido a su forma esférica casi perfecta, podría llamarse una anomalía o discordancia morfológica, en correlación al resto de su torso. La apariencia de esa zona... ¿cómo describirla? Los tejidos tuvieron que haberse templado tanto, que la piel llegó a tornarse casi transparente; venas violáceas, surcaban llamativamente por sobre la tez húmeda y putrefacta; hongos que afloraban cuales lotos grumosos, carcomiendo la anodina y muerta carne. En los alrededores, las personas empezaron a aglomerarse, producto de la curiosidad, hasta que las autoridades empezaron a dispersarlas.

Las pruebas de la autopsia señalaron que se trataba de lo que a simple vista podría catalogarse como el desafortunado caso de un hombre que, en razón al estado que presentaba, no se pudo identificar. El rostro no podría ser reconocido, aún si fuera por un pariente muy cercano de la víctima, este, se estremecería con solo verlo. La impresión de horror que emanaba su figura era, por lejos, una de las sensaciones más repugnantes que podríamos experimentar. Los informes policiales alegaron que no se habían reportado casos de desapariciones por estos lares, deduciéndose, entonces, que podría tratarse de un extranjero. La fisionomía presentaba detalles y características que excitaron el sentido morboso y enfermizo de los forenses; y a cuán atónito asistente, en una de las habitaciones de la morgue. Su ciencia nunca se había visto más enriquecida por algún otro caso que no fuera la llegada del presunto desconocido, que acalló en las ennegrecidas aguas que devoran los cimientos del muelle y los confines del silencioso pueblo de  Anfourth. Características que alimentaron a las interrogantes derramadas sobre el caso y a la imaginación de los expectantes. Por otro lado, mencionaron que, en el desproporcionado abdomen, extrajeron materia gelatinosa; siendo esta incolora, similar a la umbrela de la que se propician las medusas. La presión que esta ejercía sobre el individuo; o mejor dicho, la fuerza que ejerció, fracturó algunas de las costillas inferiores; a la vez que oprimía a los demás órganos, sobretodo, los intestinos. Es en estos, más precisamente, en el conducto intestinal delgado, que dieron con un cuerpo extraño: “un trozo de papel” casi intacto, salvo por un poco de humedad. Este presentaba una caligrafía propia de una imprenta, citando las palabras: “Samz Nechbeln”.  

 Toda esta información, ahora brindada por su servidor, fue compartida una semana y cuatro días después de lo ocurrido; informándose únicamente a personal autorizado e involucrado en la investigación del susodicho acaecimiento. Aún habían elementos que no estaban del todo esclarecidos, por lo que no se pudo informar abiertamente a los habitantes, siendo las palabras que llegaron a ellos limitadas y más que superficiales. Consideramos que fue un inútil esfuerzo por apaciguar las emociones que dan fruto en teorías triviales, desinformativas y sumamente fantásticas, dentro de mentes que buscan su propio entretenimiento. Pero, ya sabemos lo que suceden en los pueblos como Anfourth, las noticias tienden a ser esparcidas como plagas a oídos voraces y pensamientos insaciables. Los estudios continuaron, tanto por la incierta procedencia del cadáver como por las extrañezas encontradas en su interior. Era tenebrosa la idea que se cuajaba por la insólita aparición del mensaje oculto entre vísceras; la idea de la posible intervención de manos humanas, era y sigue siendo, inquietante.

Dos días después, tras ocurrido lo que acabo de narrarle, dos cadáveres desembocaron en el mismo lugar que el primero: un hombre y una mujer. Ambos igualmente con los estómagos desproporcionados y anormalmente esféricos. La mujer fue hallada sobre la arena; el hombre, permanecía flotando boca abajo a una distancia más alejada. “Dos más” – comentaban, atrayendo simultáneamente a otros -“¡Sus rostros, alguien cubra sus rostros!... Tales expresiones no son de este mundo.”

Era más que evidente el horror colectivo que se apoderaba de la población, el desabrido efecto era completamente innegable. El desconcierto, la podredumbre y la vesánica degradación de los cuerpos vacíos; fueron elementos descritos de la manera más cruda e indigesta posible. Se realizó el mismo procedimiento, aunque sin resultados distintos, misma y aparente causa de muerte y de procedencia indefinida. En cuanto a los estómagos, pongo las manos en las llamas del más vivo y radiante fuego al decirle que lo observado en su interior tras haber realizado la incisión, no era algo anteriormente, por nadie visto o percibido. Le pediré por favor que esté preparado a leer tan heteróclito encuentro, mas no espero su total credibilidad al respecto; mis palabras no podrían proyectarle con exactitud aquella sensación que se propagó en nuestros cuerpos. Las sospechas de que hayan autores involucrados en la realización de estas atrocidades, no podía descartarse desde el primer hallazgo. Aún con este indicio de la verdad, ¿De dónde venían? En el caso de haber sido una práctica forzada o una limpia intervención quirúrgica ¿Cómo llegó a introducirse dicho mensaje, sin dejar rastros de cicatrices, incisiones, contusiones o heridas? Y la pregunta que más temo, no solo por su respuesta, sino por el hecho de que tal vez sea mejor no saberla; por la que me veo sumamente intrigado y lo que me hace llegar a pensar en que si acaso eran los cuerpos verdaderamente humanos. Al realizar el corte vertical por sobre la cúpula del vientre.. ¡Contemplar pues en su deformidad, la fusión de dos especies! extraña criatura dividida horizontalmente en ambos cuerpos. La única extremidad inferior que poseía, crecía desde dentro de la mujer; la parte superior, se teorizó que habría estado retorciéndose y estrangulando a las vértebras del hombre flotante; la cual se encontró enredada en sí misma cual maligno espiral, finalizando en una cabeza, distorsionando la imagen que tenemos del sistema de un ser humano. Todo de ello era acuoso e inconsistente, despojado de huesos, se había desarrollado en lugares distintos.

Durante ese período nadie se aproximó a los límites, dónde la tierra se une con lo desconocido. Los cielos se tornaron lúgubres y perniciosos. No se volvieron a rescatar de las aguas a más de ellos. Se habló cotidianamente sobre ello durante el mes completo, y si las personas no pronunciaban palabra alguna, habían rastros oscuros que les recordaban a las historias y teorías que se plantearon durante tardes nubladas y noches vacías en sueños que vacilaban en mareas luminosas.

No siendo hasta después de dos años de las exhaustivas investigaciones, que así como también a muchos otros, llegó a mis manos, en una mañana de octubre, la noticia del prototipo y recorrido de un gran barco carguero que zarpará desde el puerto “Keelung” en Taiwán. Un barco, un monstruo de acero, llamado “Samz Nechbeln”.

 

 



Esquemas de rituales y olvidos. Por Tania Márquez Aragón

 

-      Un poema que hable sobre un ritual y sea un ritual en sí mismo.

-      Un poema sobre la desaparición de los rituales que sea un diálogo con Byung - Chul Han

      este poema también sería un video y comienza con un ritual de meditación alrededor de un árbol y la siguiente cita:

After the six day of creation, what was still missing from the universe? Menuchah (rest). The sabbath came, the menuchah came, and the universe was complete  Book of Genesis

 

El descanso que sigue a la creación, hace que la creación esté completa

Cuando subordinamos el descanso al trabajo, ignoramos lo divino.

 

(imágenes de la ciudad, de plazas comerciales, oficinas, el metro, voces en varias lenguas, clicks de celulares y computadoras, estática televisiva)

 

Mientras esas imágenes pasan, leo Indigencia:

 

Mi vista no tiene reposo
aunque ardan, no cierro los ojos.
En cada rincón orinado de esta ciudad
un encobijado vaga

puede adivinar una lluvia espesa, negra, plomiza.

Los danzantes comen pozole en un plato de unicel

por las noches, cada calle es sala de espera

de un hospital, los ojos son perros durmiendo
los cabellos pintura derramada
piernas, sillas viejas, espinas de cactus

La ciudad donde oigo la respiración

de remotos náufragos.

 

no para de sudar por sus grietas y ventanas,

sonríe con labial rojo

             barriendo la muchedumbre.

 

Entonces Byung - Chul Han con su rostro de buda irónico diría con un acento alemán: Hoy, la compulsión por la comunicación significa que no podemos cerrar nuestros ojos o bocas, esto profana la vida.

 

El neoliberalismo impide que las cosas tengan terminación. Everything is provisional and incomplete, nothing is final and conclusive.

La apertura excesiva o sin límites nos hace incapaces de llegar a la conclusión

El poema/video se queda abierto

 

-      Una serie de poemas sobre trashumancia

                        -  Comenzando con el pueblo Fulani, el pueblo viajero” “el pueblo                        que anda disperso

-        Un poema mientras ando sola en Vancouver

-        Un poema que se llame Donde termina mi lengua comienza mi frontera

- Un poema de lo que mis pies sienten cuando tocas el piano

- Un poema sobre alguien que siempre quiere grandes temas para sus poemas y termina siendo un poco solemne o cursi

- Un poema sobre la ansiedad y sobre el insomnio, el adormecimiento en el rostro y el cerebro

- Un poema sobre la neuralgia

-        Un poema donde una mujer se pregunte si tener un hijo es resistir a la muerte

-   Un poema que se escuche como la voz de Janis Joplin y hable sobre la rabia y la necesidad de soltarla porque pesa en el suelo pélvico

-        Un poema sobre el no-silencio de la ciudad

-        Un poema sobre alternar lo sagrado y lo profano

 

- Un poema mientras voy en el skytrain sentada junto a una chica rubia

Quién es la chica rubia (¿habla ruso?) no entiendo ruso pero a veces sé cuando es ruso porque suena así, puede ser ucraniano.

El metro tiene calefacción, afuera hay 9 grados.

Ojalá me recojan en la estación,

cuando era niña pensaba que no iban a llegar por mí después de la escuela.

Mis papás llegaban siempre tarde. (¿Me subí al metro correcto?)

Luego pensé que eso me hacía no esperar nada de nadie, elegí no esperar más, yo me iría primero siempre. Pero ahora espero que llegue por mí, hace frío.

La chica rubia ve vídeos de dibujos y pinturas en su celular, ¿será pintora? ¿qué idioma es? ¿es raro si le pregunto? No mires a la gente así, se dan cuenta

En el horizonte está la ciudad como esas imágenes que encuentras si googleas Vancouver city. La chica rubia se bajó del metro con sus amigos.

Ahora pienso que tal vez mis papás hicieron bien en no ir por mí siempre a tiempo, me dejaban esperando, estaban viviendo SUS vidas, you cant always get what you want escuché el otro día mientras volvíamos de la montaña y tenía sentido (aquí todo el mundo maneja rápido)

- Un poema sobre cómo con el tiempo aprendí a esperar y a confiar en que alguien va a llegar a recogerme y si no, puedo regresarme sola caminado, aunque a veces me pierda o haga frío.

-    Un poema que hable de la gente que puede dormir en el metro, yo a veces no puedo ni dormir en la cama, se me hace bolas el cobertor y la mente y no puedo respirar.

-    Un poema fuente de mi enfermedad, pero sin diagnóstico - todo está en tu cabeza mujer - entonces son los cobertores o el insomnio o el adormecimiento del cerebro pero no en su descanso.

The next station is Burquitlam dice el speaker con voz de mujer y el sonido del metal chocando con el metal me da calor, paralelamente al metro hay un tren de carga y pienso en la bestia.

Voy a llegar antes de lo que pensé, me acomodo derechita en el asiento, mi hermana me envía un mensaje porque ella sabe cuando soy niña y no puedo esperar sin llorar. Me dice que vaya al mar con ella y que vamos a comer rico, le digo que sí. Voy hasta el final de la línea, me queda una estación, ojalá que vengas por mí.

-        Un poema para no perder la atención

-        Un poema para mi  hermana

- Un poema sobre la dificultad de mantener un tema

-        Un poema que explore el pensamiento hipervinculado

-        Un poema que vuelva al mar