Autonomía hermafrodita
Gráciles curvas de tu cuerpo
Tensado en delicados hilos de alabastrina
Propios de sensual y mutuo acuerdo.
Oh, por la dulce Atenea
De actitud dulce y serena
Ruegos huecos de significado
Falaz mentira del predicado.
El profeta observa atento la circunscripción
Aunando las energías de predicción
¡Apresurad los vinos excelsos y melosos!
Para el jolgorio sinuoso.
Uno, dos, cuento tu orgasmo
Tres, cuatro, palideces exängue
Siete, ocho, te enojas en medio del sarcasmo
Nueve, diez, aseveras ecuánime.
Pensamiento volátil y etéreo
Ruge ante el desorden perpetuo
Murmura con los castigos severos
En el rumor de los cuervos.
Arrastra hórrido el peso de la culpa
Periclitada fuerza ejercida
Merman los errores a la lupa
De visos fuerte y fenecida.
Plantas especias de la naturaleza
Exhiben exuberante la delicia de sus cuerpos
Con curvas puras en gentileza
Y juicio en verdad terco,
¿Por qué yacen muelle en mi despacho?
Con sus aromas sutiles e inodoros
Con sus flores risueñas a lo ancho
Y sentires frágiles e indoloros.
Ingente campaña raudal de los corceles
Que corren desbocados en el firmamento
Aplastando con sus pezuñas los arandeles
De una plaza vivida y en movimiento.
Una abundante alameda
Victoriosa llegada de los héroes
Con la cabeza cercenada
De los enemigos fueren.
Gloria de los señores portentosos
Con sus opulentas celebraciones en despojo,
Del pobre humano loco
Que desea con fervor que un milagro haya.
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