No tengo muy claro en qué momento
empezó todo, ¿cuál fue el desencadenante?, ¿en qué momento todo esto se libró
de los límites que en algún momento coloqué?, ¿por qué la intermitencia era
cada vez más seguida?, ¿por qué?, preguntas que no serían respondidas, que ni
siquiera yo estando en primera persona puedo resolver, una interrogante sobre
la otra volviendo cada vez más densa la capa, calando tan hondo que lo único
que podía hacer era directamente ignorarlo. Ignorar las preguntas e ignorar
hasta mis pensamientos. Di una carcajada ante tan ridícula conclusión, mis
amistades y pareja con quienes compartíamos un almuerzo se mostraban
confundidos, seguramente creían que me había vuelto loca. ¿Lo hice?, no,
¿verdad?
Lo hice. Me levanté del asiento
ignorando la única voz que hasta hace pocos minutos era capaz de irrumpir en
toda la oscuridad donde me sumía, su dulce y fina forma de dirigirse a mí no
tuvo ningún efecto. Salí de la casa ignorando por completo el riesgo de correr
utilizando zapatos de tacón, lo único que me hacía recordarlos era el sonido
que emitían contra el suelo, el viento parecía querer detenerme, como si con
las ráfagas fuese a cambiar la dirección en que mis pies querían llevarme. Me
desligué de esto, estaba dejándome llevar, el dolor físico se omitió, solo
corría. Mi llave cayó, recién ahí pude darme cuenta de que estaba frente a la
puerta de mi casa, ¿cuándo llegué?, negué de inmediato, abrí la puerta, adentro
el silencio en contraste con lo que ocurría en mi mente. Mis padres no se
encontraban en casa, ingresé como si todo me fuese ajeno, cerré al instante la
puerta detrás de mí y corrí hacia mi dormitorio, apenas ingresando las
variedades de plantas que descansaban, parecieron saludarme, respondí del mismo
modo, con una sonrisa.
Una punzada en mi pecho como si del entierro de un puñal
se tratase logró que abriera la boca para gritar destruyendo la quietud del
ambiente, este grito desgarró mis cuerdas vocales en el acto, derribándome en
la cama antes de completar el siguiente segundo. Otro grito y las lágrimas
empezaron a brotar sin permiso. Sigo sin recordar con exactitud cuándo o por
qué inició todo esto, pero se repetía cada que bajaba la guardia, en el
silencio sepulcral de mi habitación, donde solo imágenes verdosas mostraban
preocupación, impotentes de no poder despegarse del sustrato pues morirían.
Lloraban ellas, lloraban por mí, lloraba yo, lloraba por mí.
Un segundo, solamente pedía un segundo, la tranquilidad se
estaba alejando con una expresión de desagrado, la vi irse, entonces entendí
que debería acostumbrarme a todo esto. Mi mano temblorosa tocó la suavidad del
ser vivo que con su presencia intentaba calmarme, le sonreí haciéndole creer
que había cumplido su labor.
Mis pies a paso lento y cansino me
dirigieron hacia el baño, era lo más cercano, lo más cercano a huir. Me aturdí
por un momento, un descuido y no sentí mis manos, cuando bajé la vista para
buscarlas, las uñas de mi diestra ya habían rasgado la piel. Lo supe, supe ahí
lo que estaba ocultando; que la única solución que tenía era morir, al momento
no pude evitar volver a romper en llanto, nuevamente era débil, había pospuesto
mi suicidio un mes más, pero solo se cumplieron dos semanas y el té ya estaba
servido. Lo supe, era la única salida, lo bebí consciente de que con eso
destrozaría las sonrisas que me esforcé por proteger al aguantar un poco más,
no había vuelta atrás, en quince minutos me sumiría en el eterno descanso.
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