I
Judas Iscariote: uno de los villanos que más detesta la cultura occidental.
Convertido en arquetipo de la traición. Bajo su nombre y figura se simboliza lo ruin.
No únicamente la deslealtad sino la avaricia que no se detiene ante lo más
sagrado.
De nada sirvió su pronto arrepentimiento, apenas recibiera las 30 monedas
prometidas, ni la exasperación que lo llevó al suicidio. En una misma noche, Judas
entregó su corazón a la negrura y a la luz, al arrebato de la ambición y al de la
muerte a voluntad a causa de la más cristiana de las pasiones: la culpa.
Resulta extraño que una religión que dice estar basada en el amor, guarde rencor
hacia uno de los apósteles. Sin embargo, desde aquella época hasta este siglo,
las interpretaciones sobre uno de los personajes de la puesta en escena cristiana,
son variadas.
Fueron los gnósticos, quienes comenzaron a difundir versiones diversas y alternas
de lo sucedido en aquella odisea que concluyó en crucifixión. Tanto para ellos
como para posteriores estudiosos del tema, Judas Iscariote bien pudo haber sido
más bien santo o mártir, al entregar al mesías para que se cumpliera la palabra.
Aceptó de antemano llevar el sello ignominioso sabiendo las consecuencias. Su
ahorcamiento fue a la vez signo transparente de su conciencia y cierre de telón
definitivo. Hizo el mal sabiendo que era el necesario prólogo del bien. Hizo el bien
con el disfraz del mal. Fue un gnóstico sin saberlo.
II
Ulber Sánchez Ascencio, joven poeta de Tepetixtla, municipio de Coyuca de
Benítez, Guerrero, publicó en octubre del 2021, el libro Teoría Judas. Como su
nombre lo indica, toma la bíblica figura y a partir de ella escribe un poema dividido
en 40 partes como los 40 días que pasó en el desierto el salvador.
La edición es impecable y en un formato que invita a la lectura. En la portada
vemos una ilustración llamativa de Salvador Jaramillo que muestra en trazos
sencillos la figura de Judas ensangrentada o en llamas, formando a su vez la
figura de una pluma fuente.
"Yo Judas, me confieso culpable", leemos en el primer verso, entendiendo de
golpe que será el apóstol quien tomará la palabra en primera persona. Esta
primera enunciación tiene el poder de seducirnos, primero porque a través de ella
aceptamos el recurso imaginativo que nos propone Ulber Sánchez Ascencio y
porque ya desde un principio y sin rodeos, el personaje lirico admite su calidad de
culpable.
Teoría Judas es precisamente un recorrido inteligente, sobrio y concentrado, en
las reflexiones post morten, en calidad de fantasma de la historia que tiene
Iscariote. Así entonces, vemos su pensamiento en acción y entramos a sus
conclusiones.
Eso produce un doble efecto –por lo menos-, ya que el poeta acepta devenir
Judas, entrar en su piel como el actor de una puesta en escena y a los lectores
nos lleva por los senderos de la mirada de quien según la moral al uso, no debería
tener derecho de tomar la voz protagonista en ningún caso.
En ese sentido, el poema tiene toques de ensayo, al contener un pensar que se va
abriendo a su profundidad y desarrollo conforme vamos pasando las páginas. .Hay
un vaivén entre la forma versicular y prosística pero siempre enmarcado por la
justa y ajustada expresión. Esta escritura se nos da en un pulimento paciente.
También hay entrecruzamientos con la narrativa, entre otras razones porque nos
cuenta una historia y porque las reflexiones de Judas rememoran los
acontecimientos, los relata y reinterpreta.
No hay Judas sin Cristo ni mesías sin traidor. Con esa certeza, el personaje del
poemario lanza preguntas, cuestionamientos y declaraciones a su maestro.
"Su ternura fue la mano de un niño/al cruzar la calle tiernamente", nos hace ver y
saber. "Amaba al prójimo/sus manos dibujaban cada enseñanza" agrega más
adelante, dibujando con claridad y afecto a quien con un beso entregara a sus
enemigos.
Así es como se va armando un prosa poética y un poema prosístico que nos lleva
de la mano y que poco a poco se profundiza y transforma con el dinamismo del
corazón y la mente del traidor.
Las metáforas e imágenes no están ausentes, al contrario, refuerzan lo expresado,
dan dimensión y atmósfera, acentúan el color de lo poético. "Desde el recóndito
mensaje de palomas/desciende una voz inconclusa/lo postula ante un enjambre
de hocicos".
La tensión aumenta conforme avanzamos. El poema no es circular: se despliega
en espirales cada vez más amplios en una dramaturgia ritornelo. "Yo Judas, me
confieso culpable" inició diciendo la voz del ahorcado, pero al avanzar en su
meditación, descubre y nos descubre otras aristas del Cristo y su circunstancia
anterior y posterior a su sacrificio.
"Bajo tu nombre Mesías/se emprenden muertes, violaciones/en tu nombre se
recula y se odia/pero eso no lo sabrás nunca”. Judas se habla a sí mismo: “soy
quien arrulla este tumulto de tumbas”; Habla del mesías en tercera persona y en
otras ocasiones lo interpela: “Su ternura fue la mano de un niño/al cruzar la calle
tiernamente”, “Niegas toda pregunta/y toda respuesta es la voluntad/expresa de tu
padre”.
El amor-odio, admiración-rechazo y compasión-desprecio, son algunos de los
sentimientos contradictorios que podemos leer a través de las reflexiones del
personaje que Ulber Sánchez Ascencio eligió para este, el quinto poemario de su
trayectoria.
En un fragmento de la novela Demian, del escritor alemán Herman Hesse, el
personaje que da nombre al texto, le hace ver a un atribulado Emil Sinclair, una
nueva e inquietante forma de interpretar a Caín, personaje malvado del antiguo
testamento.
“Que uno mate a su hermano en una pelea, puede pasar; que luego le dé miedo y
se arrepienta, también es posible; pero que precisamente por su cobardía le
recompensen con una distinción que le proteja y que inspire miedo, eso me parece
muy raro”.
Teoría Judas logra lo mismo con nosotros. Mediante una escritura límpida, fruto de
la concentración, el talento y una madurez poética, el autor guerrerense nos
adentra en el drama tanto del presunto traidor como de su maestro. Y al hacer
esto desde la primera persona del singular, da en el blanco de la empatía.
El texto se lee con atención y gozo de principio a fin. La tensión narrativa está en
su punto al igual que un lenguaje poético que va de lo coloquial a lo elaborado.
Hay una atmósfera que sin ser oscura, es parecida a la de un buen cuento de
fantasmas.
Ulber Sánchez Ascencio es un poeta que muestra en este libro, la calidad de su
trazo, la sensibilidad y el reposo con la que acomete a la escritura y la imaginación
creadora que seguramente seguirá dando frutos en ese azar caprichoso llamado
porvenir.
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